La población de Almansa y sus alrededores marcan una línea imaginaria que hace que tanto su uva como sus vinos sean especiales dentro de nuestra Denominación de Origen Almansa.
Todo un “coupage” natural de monastrell y garnacha tintorera dentro del cruce de caminos entre dos zonas diferenciadas: el mar Mediterráneo y la zona continental de la meseta, a una altura de unos 700-900 metros sobre el nivel del mar. Todo ello es el cóctel perfecto para que la población de Almansa y sus alrededores tengan peculiaridades distintas a las de otras zonas de nuestra DO Almansa.

Almansa abarca el 29% de la superficie de DO Almansa
Almansa supone el 29% del total de la zona de producción de nuestra Denominación de Origen y cuenta con un total de 2800 hectáreas de terreno (frente a las 9.800 hectáreas de viñedos acogidas dentro de toda la zona de producción de DO Almansa). Gracias a la altitud inferior a la del resto de DO Almansa, que mantiene la acidez natural de los vinos, son los suelos los que también marcan su esencia.
Por su parte, los viñedos de Almansa también cuentan con suelos calizos, pedregosos, franco arenosos y levemente arcillosos. En general, son suelos muy pobres en los que solo se observan cultivos de cereal, almendros, olivar y por supuesto viñedos. Todo ello hacen que sean propicios para que, con una altitud menor que en el resto de la zona de producción, la variedad mediterránea monastrell y la garnacha tintorera se desarrollen en condiciones magníficas.
En lo que respecta a la uva blanca, Almansa siempre ha sido un excelente emplazamiento para su cultivo, ya que los suelos son poco productivos (ideales para variedades como el sauvignon blanc, verdejo, etc…). Además, tenemos bastante insolación durante los días de primavera y verano con noches frías que mantienen la acidez natural de las uvas, lo que se traduce en unas condiciones ideales para conseguir vinos blancos de muchísima calidad que presentan un muy buen equilibrio tanto en boca como en aromas.

En este contexto, el contraste térmico de Almansa también es el idóneo para su desarrollo. Los días muy calurosos y secos durante el verano, se contraponen con las noches frías lo que hace que el final de maduración de nuestras uvas sea muy lento y paulatino. Todo ello aumenta la concentración natural del color y manteniendo una buena acidez, a la vez de que siempre tengamos una buena madurez, obteniendo vinos muy redondos que a la vez de complejos en paladar. No nos olvidamos de que también las primaveras suelen ser algo frescas y con precipitaciones, lo que ayuda a la brotación de la vid y al óptimo desarrollo de las variedades de la zona.
Juan Pablo Cantos, enólogo almanseño, ha destacado especialmente al tipo de suelo pobre lo que “le da ventaja a Almansa respecto a otras zonas como la Mancha, Manchuela o Villarrobledo, donde los suelos suelen ser más fértiles y se dan mucho más las producciones en espalderas”. Cantos lo tiene claro: la Monastrell junto a la Garnacha tintorera son “el futuro” del vino para la zona de Almansa, y un claro elemento diferenciador para que estos vinos sigan siendo reconocidos en muchos países del mundo.
